En
1946 la doctora Edith Farnsworth encargó a Mies una pequeña casa de
campo en una idílica parcela en las proximidades del río Fox. Mies
trabajó en el proyecto durante 2 años iniciándose las obras en 1949 para
terminarlas dos años más tarde. Una de las condiciones de la parcela
llevó a Mies a la resolución formal final de la casa ya que el río Fox
en época de crecidas inundaba parcialmente la parcela lo que hizo
necesario que la vivienda se separase físicamente del terreno sobre el
que se implantaba. De este modo, Mies llevó a cabo la única obra de su
carrera que no está en contacto directo con el terreno. De la tendencia
neoplástica se observa la descomposición del volumen en elementos simples
como lo son planos y líneas. El cuerpo de la vivienda se eleva sobre
ocho pilares metálicos pintados de blanco. Las líneas horizontales de
los cantos de los forjados los unen prolongándose más allá del último
pilar. Tiene una plataforma horizontal elevada de acceso que constituye
el primer paso en la separación del edifico del terreno. Una vez
superada esta primera plataforma se llega a un espacio abierto pero
cubierto por el forjado de techo. Este espacio además de ampliar el
comedor del interior funciona como protección frente a la incidencia
directa de los rayos de sol en el interior de la vivienda. El interior
se trata como un espacio continuo con una caja de madera que acoge los
servicios como único elemento cerrado. Esta vivienda junto con la villa
Saboya de Le Corbusier y la casa de la Cascada de Wright son los
paradigmas de la vivienda del movimiento moderno.
El
edificio, de una sola planta, se dispone en el territorio sobre una
plataforma hueca, separada del suelo 1.5 metros, sobre ocho soportes de
acero que sustentan con la misma estructura, el techo. Se trata de una
casa configurada en base de tres planos horizontales separados del suelo y
los pilares que hacen esto posible. Estos planos delimitan una terraza,
la planta y el techo de la vivienda. Los soportes son de sección
cuadrada, pintados en blanco y frente a la fachada de vidrio. La idea de
Mies era sobre todo integrar la naturaleza en la vivienda. Una idea de
fusión entre el medio y el lugar donde se vive. Respetó los árboles y
situó la casa cuidadosamente entre los arces con su eje más largo en la
dirección este-oeste.
El
color y la textura son los principales causantes de la unidad entre
naturaleza y vivienda. Si se mira la obra, uno comprende que la
arquitectura se desvanece y va desapareciendo y lo que importa es su
proximidad a la naturaleza. El tema de la casa es el espacio que fluye y
la naturaleza a la que es devuelto el hombre, de forma completa no
asilándolo de ella. A parte de elevar la casa, incluso en el detalle de
las escaleras expresan esta idea de ligereza y fluidez. En este espacio
único de planta libre se proyectó una cocina que daba la sensación de
ser una pieza más del mobiliario. El interior se define sobre todo por
la sombra de los planos superpuestos, y los cerramientos acristalados.
El espacio, contínuo.